con un fondo Ecocultural en Venezuela. Su primera contribución como columnista, fotógrafo y productor nos lleva a la Reserva Forestal de Imataca ubicada al noreste de las selvas tropicales del Estado Bolívar.
En su presentación nos narra las vicisitudes de seguir un sueño de infancia, convertirse en productor de documentales en la naturaleza. Aquí, el material expuesto, es de una calidad humana excelente y el formato de reality le da veracidad a los documentos. Permítanme presentarles el trabajo de Juan Carlos Guerrero Fraile y su equipo en su aventura con cámaras digitales con las águilas Harpías.
Espero que esta contribución motive a otros talentos a publicar sus trabajos y que Digital Camera Adventures sea fuente promotora de mucha gente en el mundo que quiera plasmar en este blog sus aventuras.
Leopoldo García Berrizbeitia
El equipo para el trabajo de campo. Cada persona tenía una especialidad sin ellos llegar a la cuna de la arpía no hubiera sido posible |
Pasaron 7 días para poder llegar al día D. La lluvia retraso
la operación, una semana de espera y por supuesto una semana de mucha expectación
puesto que los equipos y las provisiones estaban contadas; una semana que
sirvió para repasar una y otra vez el plan de acción, lo positivo era que todos
y cada uno de los que participábamos en esta expedición, tenían muy claro las
acciones a tomar.
A las 4 de la mañana el equipo cansado, por varios días de
lluvia y de espera, con cierta actitud de desanimo, pero con una certeza
extraña, de que esta vez sí se llevaría a cabo la filmación del proceso de
anillado, se preparó mentalmente para lo que se veía venir. Con café en mano y
un ligero bocadillo, el Dr. Alexander Blanco, indicaba que ya era hora de
partir hacia las coordenadas establecidas como campamento base, había que
aprovechar las primeras horas de la mañana, por que según su experiencia, la madre
se ausenta del nido al despuntar el sol, y estaríamos un poco mas seguros a la
hora de comenzar el ascenso al gran Árbol Nido. A Las 6:30 AM empezó la expedición. Nos adentramos por el
sendero de selva cargando con equipos, para hacer un campamento científico, en
donde pudieran haber medianas condiciones para poder trabajar con el pequeño
pichón, y hacerle la revisión
médica, en la cual se examina físicamente el cuerpo del animal, se le toma
muestra de sangre para estudiarla posteriormente en el laboratorio y de último
el anillado junto a un localizador. A las 7: 15 AM se llega a las coordenadas
en donde se encuentra el nido. Todo el equipo con una tensión a flor de piel,
examinando por binoculares el nido para descartar la presencia del adulto, uno que
otro de los presentes se ponía a escudriñar el cielo en busca de tormenta, o
algún indicio de ella, pero nada, el sol se filtraba por el dosel indicándonos
que sería un gran día, en la vertiente occidental de la Serranía del Imataca.
Comienza la operación. Y todos se concentran en sus labores. Todo estaba dicho, ya todo
estaba muy hablado, los días previos de intento sirvieron para que el proceso
se diera fluidamente. La cámara principal, manipulada por mi, debía ser subida
a un árbol contiguo al nido. El ascenso fue realizado por un previo montaje de
líneas hecho por el Sr. Edison Pombilio, líder del equipo Ecoaventours. Abajo
la cámara secundaria y la minicámara, manipuladas por Argenis Díaz y Fernando
Guerrero, estaban siendo posicionadas. Una, al pie del Árbol Nido, para poder
documentar el ascenso, otra, en el casco del Dr. Alexander Blanco. Todo fluía a
la normalidad, las cámaras empezaron a rodar, el equipo ascendía por la gran
Ceiba, cuando de repente, el dosel del bosque se agita, Blas Chacare, nuestro
asistente de campo empieza a gesticular desaforadamente, un chillido muy agudo
retumbo en nuestros oídos para
posteriormente fundirse con el aullido frenético de los monos Araguatos
(Alouatta seniculus ) : el águila adulta
había pasado muy cerca, rasante, por el dosel para cazar un grupo de monos, que
se desplazaban por el bosque; una experiencia que nos dejó perplejos, todos
congelados.
Todos y cada uno de las personas que formaron parte de esta
experiencia, guardaron un silencio ensordecedor, tan solo se escuchaba el
recoger de los equipos: cuerdas, arneses, impermeables, todo minuciosamente
inventariado, para impactar lo menos posible la zona. Sabíamos que nos caería
la noche, mientras realizábamos la travesía de regreso al campo base, pero nada
nos preocupaba, por que habíamos cumplido la labor propuesta. En ese momento,
en medio del ajetreo, volteo la mirada, y veo al Dr. Alexander Blanco, tocando
la gran Ceiba, en una actitud solemne, de respeto, esa era la forma de
agradecerle a este gran árbol, que fuese el hogar de resguardo de este pichón y
su familia. Totalmente mágico, este instante, una verdadera imagen que
recordaré por siempre en donde un
científico, desciende de las cumbres de lo “académico”, para ser hombre,
para ser un humano agradecido, totalmente relacionado con su entorno y con su
actividad carente de lucro.
en la cuna de la arpía