Monday, November 1, 2010
Una Golondrina Sola Sobre los Rapidos
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El rugir del río me hizo sentarme a admirar su fortaleza. Lo hago pensando en lo que está frente a mis ojos, una caída de varios metros, de una roca milenaria, que hace que el Caroní se transforme, de un espejo de agua a una turbulencia infranqueable. Ésta forma remolinos que se tragan todo, y cambia el reflejo del cielo sobre las aguas por espuma blanca siempre cambiante. Es aquí, donde Wiyú, la gran serpiente arcoiris descansa bajos las aguas y espera pacientemente a otro incauto para tragarlo sin compasión alguna.
De pronto, pasa volando una golondrina, la veo, y se que viene de muy lejos, de la Región Boreal y pronto, seguirá vuelo hasta la Región Austral. Sigue esta ruta mientras viva y en algún lado de ella morirá. Pero ahora vuela desafiando a Wiyú, y esta no la puede tocar, hace vuelos rasantes alardeando de su habilidad. Ella es muy pequeña pero logra hazañas que el hombre solo pudo lograr miles de años después de aparecer sobre la faz de la tierra.
La veo absorto, mientras sus compañeras, apenas visibles, vuelan muy alto camino al Auyantepuy. Ellas desafían a los vientos que dicen yauyan, la voz del jaguar, señor de las selvas, que sombra y luz al mismo tiempo lo hacen invisible a los demás. Medito en lo que aprendí a ver y me pregunto que ven los demás. Sin embargo, se que nada importa, porque el pensamiento se queda en el mismo lugar donde empezó y solo se hace transcendental, con acciones que otros entiendan y hasta puedan ver y palpar.
Más abajo, el río se para, no puede seguir a voluntad, Wiyú no tiene vida allí y al Señor de la Noche ya no se le oye roncar. Solo hay grandes aguas que a Guri y Macagua van a parar. Aquí, el pensamiento y la visión del hombre, en la figura de un Kanaimó, levantó varios embalses para arrebatarle al Caroní su cursó y energía, a Wiyú sus rápidos y al jaguar su rugir en la noche. Ahora rugen turbinas, las aguas bravas son de Kanaimó y la luz y la sombra que hacían invisible al Señor de la Noche son manejadas al antojo del hombre que también desafió a las alturas, conquistó el imperio de Wiyú, y le puso un sol muy pequeño a la luna en la noche, que hoy llaman... ELECTRIFICACION. Esa palabra no la conocían los Pemones ni Yekuanas, que en antaño, nombraron las tierras ancestrales cuyo origen, el hombre nunca vio.
Mientras, sigo sentado en la selva, y la golondrina de Wiyú se despidió, para volar junto a sus compañeras a conocer la Patagonia, de la que su abuelo tanto le habló. Sus ojos verán lugares que difícilmente vea yo. Por eso sigo pensado a orillas del río en todo lo que un pajarito vio y me digo, que importa lo que lo demás vean si aquí sentado lo vi yo.
® 2010 Leopoldo García Berrizbeitia
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